CANDELARIO LÓPEZ .- ESCRITOS

viernes, 31 de diciembre de 2010



ENCINASOLA EN LA HISTORIA
Candelario López

viernes, 17 de diciembre de 2010


RECUPEREMOS A CANDELARIO
José Domínguez Valonero

Era Candelario López un hombre tranquilo, pacífico. Él mismo declaraba que fracasó en su intento de ser músico. Se hizo pintor y terminó siendo dueño de un bar.

Cada mañana recorría lentamente la calle González Bravo para ir desde su casa hasta la esquina de la torre, que era donde estaba su casino. El Bar Alhambra.

Cuando me despuntaban, tímidamente, los primeros pelillos del bigote y pude empezar a pisar los casinos, me fue posible oír las disquisiciones culturales, costumbristas y taurinas que tenían lugar, cada mañana, en aquel reducido espacio, el Bar Alhambra. Allí se reunían los que podían ser considerados como los hombres más cultos del pueblo. Allí se establecían charlas de contenido profundo, de gran calado.

Además, cuando llegaba el buen tiempo, Candelario ampliaba la tertulia sentándose, por las tardes, en la puerta de la carpintería de mi padre, tío Lorenzo Ricardo. Allí se reunían varios amigos y montaban una entretenida charla. Sesenta años de vida reportan cierta experiencia y era con este grado de conocimientos con lo que todos ellos reverdecían sus años mozos. Sus ojos se “animaban” y se les veía llenos de alegría recordando sus bailes y tatareando las viejas canciones. Yo apenas contaba quince años y aquellas reuniones eran para mí una inagotable fuente de conocimientos. Allí se profundizaba en el saber de las cosas del pueblo, lo que desde que era niño ha llamado mi atención. Nunca falté a estas tertulias, y fue durante aquellas tardes cuando conocí más íntimamente a Candelario.

Candelario, cada año, en el mes de mayo, se desplazaba a “los Madriles” para disfrutar de “los San Isidros”. Su partida en el coche correo se anunciaba a todos los marochos lanzando al aire un cohete. Todo el mundo sabía, de este modo, que don Candelario iba a impregnarse del arte de Cúchares. Imaginamos a nuestro personaje entrando por la puerta de Las Ventas y deleitarse con las faenas de los diestros del momento: Litri, Ordóñez, Dominguín, Bienvenida…

Su regreso también era todo un acontecimiento, pues a las descripciones de los lances del toreo se sumaban sus narraciones de cómo era la gran urbe y, de forma muy especial, las noticias que traía de los paisanos que residían en la Villa.

Contaba con gran prestigio en el pueblo, pues no en vano era uno de los pocos hombres que podían presumir de haber regido el destino de los marochos y, además, en tiempos muy difíciles.
Pero, por si todo esto era poco, Candelario tenía fácil pluma. Todo lo expresaba con sencillez y claridad, sin que ni lo uno ni lo otro menoscabara la belleza de la exposición. Escribía con la misma facilidad en prosa que en verso.

Me atrevo a clasificar su poesía como clásica, y al decir clásica quiero decir que respetaba las reglas de la métrica. En sus versos había medida, rima y estrofa, algo que se echa en falta en esos versos deslavazados y faltos de todo a los que pretenden que nos acostumbremos, porque versificar no es disponer lo que se escribe EN FORMA DE POESÍA. La poesía es mucho más que forma.

Éste era Candelario. Pero la finalidad de estas líneas no era describirlo. Lo que pretendemos es resaltar que nos dejó una gran cantidad de artículos en aquellas inolvidables páginas de “Ecos de Flores”.

En “El Picón” del pasado mes de diciembre aparecieron algunas de sus poesías. Fue una gran alegría reencontrar aquellos versos. Tanto en sus estrofas como en sus artículos, se nos describe cómo era la vida del pueblo, nuestro pueblo, Encinasola, en los primeros años del recientemente finalizado siglo XX. Son aspectos que ya han caído en el olvido y, por esto, bien merecen que se les devuelva a la vida, que se recuperen.

En aquellas páginas se nos describen las corridas de toro, la feria, los carnavales, la navidad, personajes de la época, etc.

Soy consciente de la dificultad que representa el que aquellos artículos vuelvan a ver la luz, pero no me resisto a romper una lanza en que se haga un esfuerzo por lograrlo. Difícil es no sólo conseguirlo, sino simplemente intentarlo, porque todo lo que sea publicar para un limitadísimo número de lectores constituye un serio problema, pero la empresa lo merece y si se trata de don Candelario, al que tanto le debe Encinasola, todo el esfuerzo que se haga por rendirle un homenaje será poco.

Si nos sentimos orgullosos de sacar en procesión a nuestras Vírgenes: Flores, Rocamador, la Dolorosa, la Soledad, la de Gracia,….; si recreamos nuestra mirada ante el retablo del altar mayor de nuestra iglesia; si presumimos de la Virgen de la Antigua y de la tabla de la Inmaculada; si nos emocionamos cuando vemos en una importante exposición la Cruz Procesional de nuestro pueblo; si no podemos olvidar el sonido de nuestras campanas. ¿Cómo podemos dejar de lado al hombre que ha permitido que todo eso haya llegado hasta nosotros?
¿Llegará el día en que Encinasola sea capaz de reconocer el trabajo de sus hijos y de tributarles un sencillo recuerdo? Ni siquiera se trata de pedir que se le dedique una calle. Bastaría con que se publicasen esas cien páginas que recogen sus escritos o, aún más simple, que se convocase un concurso de poesía en su honor. Un concurso de poesía que llevase su nombre. Por desgracia, me parece que incluso esto es mucho pedir.

Este artículo, con alguna ligera variación, se publicó en el último Picón que salió a la calle en el año 2003.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

PRESENTACIÓN
José Domínguez Valonero
Allá por los años cincuenta, a mitad el pasado siglo, el pueblo contaba con una publicación titulada "Ecos de Flores". En aquellas páginas eran habituales los artículos de D. Candelario López.

Siempre sentí admiración por D. Candelario, cuyas disertaciones sobre la tauromaquia, la poesía, la música y los viejos recuerdos de su juventud tuve la suerte de escuchar durante muchas tardes, pues era su costumbre que cuando hacía buen tiempo, una vez que había visitado a sus nietos y volvía a su casa, se sentase en la puerta del taller de carpintería de mi padre y allí, junto a un reducido grupo de viejos amigos, reverdecía su juventud.

Yo era un adolescente que disfrutaba con estar entre aquellos hombres maduros, experimentados, que rondaban los sesenta años de edad, y escuchar sus comentarios.
Además de esto, como antes se ha dicho, cada quince días aparecía en "Ecos de Flores" un artículo, escrito por D. Candelario, sobre cómo había sido la vida en Encinasola en los primeros años del siglo XX

Coleccioné la mayor parte de estos artículos, algunos se han perdido, pero aún así, puedo ofrecer alrededor de cuarenta.

Siempre defendí que esas reseñas sobre la historia de Encinasola volviesen a ver la luz, por esto, hoy, con permiso de sus hijas, a quienes expreso mi mayor gratitud, inicio su publicación, que se ha visto incrementada en una serie de poesías que Ángeles, su hija y, al mismo tiempo, mi prima, me ha proporcionado.

Espero que estos artículos sean de vuestro agrado. Desde luego, puedo asegurar que son parte de nuestra Historia.

Ojalá que en los siglos anteriores, alguien hubiera dejado reflejadas sus vivencias como las dejó nuestro recordado Candelario.

NUEVA SECCIÓN EN EL BLOG

Abrimos hoy una nueva Sección dedicada a D. Candelario López. En esta Sección irán apareciendo sus poesías, recuperadas, unas, por haber sido publicadas en "Ecos de Flores" y, otras, porque sus hijas las han guardado como lo que son: UN VALIOSO TESORO para los amantes de las cosas del pueblo.

He tenido el privilegio de acceder a estas estrofas en primicia y esto me ha permitido adentrarme en el caracter de D. Candelario, a quien recuerdo caminando con su cesta en la mano, pues le encantaba ir al mercado a hacer la compra diaria. Algo que en aquella época no hacía ningún hombre. No me equivoco si afirmo que él era el único varón que realizaba esta tarea.
Si esto era una cosa singular, más extraordinario era que en las largas esperas en las colas de los jeringos o del pescado se dedicase a describir, poéticamente, lo que le rodeaba.

D. Candelario no sólo esperaba, como todo hijo de vecino, sino que sacaba cualquier trozo de papel que llevase encima y plasmaba en él una singular poesía. Y cuando digo cualquier tipo de papel es así, doy fe de que algunos de sus poemas me han llegado escritos en la parte interior de los paquetes de IDEALES.
Se ve que sacaba los cigarrilos, deshacía el paquete y aprovechaba aquel pequeño espacio para, movido por la inspiración, plasmar el vivir del momento.

Me ha reportado una inmensa satisfacción haber podido recuperar sus poesías, pero, además, las nuevas tecnologías han hecho posible que esos deteriorados trozos de papel hayan recuperado todo su frescor, pues ahora podemos leerlos como si se hubieran escrito esta misma mañana.

ARTÍCULOS DE DON CANDELARIO

lunes, 25 de octubre de 2010

VISITA AL CEMENTERIO

Las lluvias torrenciales en el día de Difuntos y en días sucesivos, privaron a muchas personas de las visitas que en estos días suelen hacerse a los que, en el cementerio, reposan eternamente. La distancia a recorrer del pueblo al cementerio requiera la garantía de tardes soleadas o al menos la garantía de que no llueva durante el tiempo que se invierte en el trayecto.

Antes de inaugurarse el actual cementerio - se inauguró el 15 de abril de 1933 - los muertos del anterior cementerio estaban mejor cuidados sus nichos y sobre todo, en estos días del Novenario de Ánimas, en que permanecía abierto todas las tardes.

El primero de Noviembre, quizás por lo pequeño que era, se llenaba de gente. Íbamos los enamorados con nuestras novias, porque en aquellos tiempos en que la mujer apenas si salía de casa, había que aprovechar los días festivos, y sobre todo éste, ya hasta San Andrés no había otro.

No sé si estaríamos con mas o menos devoción, o mas o menos respeto el tiempo que permanecíamos en el recinto de la muerte, pero recuerdo que el cementerio estaba abierto durante el Novenario de Animas y se podía volver un día y otro cualquiera, hasta que pasados los nueve días, era cerrado nuevamente y no volvía a abrirse mas si no era para darle paso a algún inquilino.

Por la tarde, en esos días, se veía a muchas mujeres con la alcuza de óleo puro, alimentando la farola que había dejado de prestar servicios domésticos, para ser colgada, en un clavo, en el centro de una sencilla cruz de madera, carcomida y apolillada por la acción del tiempo, en la cabecera de la tumba del padre, del hermano o del hijo entrañable.

Se veía también al sepulturero - a la sazón al tío Jeromo - alimentando los faroles que colgaban a los lados de los nichos, en aquellos tiempos, patrimonio de las clases adineradas.

Los muertos del viejo cementerio estaban más asistidos y familiarizados con nosotros que los del cementerio actual. Moraban a dos pasos de nuestras viviendas y en estos días de recuerdos hacia ellos, se les giraban visitas, se les limpiaba cuidadosamente las lapidas, para hacer mas legibles sus epitafios y se colgaba en ellos alguna que otra corona de flores.

Cuando encontrábamos algún nicho en el que no había ni siquiera una rosa, que simbolizara el recuerdo de los suyos, llamaba la atención, al leer el epitafio, se comprobaba que era algún forastero al que sorprendió la muerte. Como uno que conocí durante muchos años y que rezaba así: NORDA PREUS BLIM. Ingeniero noruego. Falleció el 8 de Agosto de 1920. D.E.P.

Muchos restos de los que reposaban en el viejo cementerio pasaron al nuevo, como herencia macabra, a unirse con sus antepasados; otros se perdieron para siempre, en el osario común, por los siglos de los siglos.

¡Viejo cementerio como te recuerdo! ¡Pequeño, sin cipreses que orientaran a los forasteros que pasaban por tus inmediaciones; sin panteones lujosos ni grandes losas de mármol sobre las tumbas, pero sí llenos de cruces de madera, con una inscripción sencilla y abreviada, de tres letras, como las que llevaban los ataúdes y algún que otro rosal disperso por los rincones! ¡Viejo cementerio, yo te evoco con verdadero cariño y te dedico en este día mis estrofas de unos versos que te hice antes de desaparecer demolido por la piqueta!

El rosal florido
cuando abril llegó
al muerto ofrendó
lloroso y sentido
Pétalos de rosa
la tierra cubrieron;
lagrimas vertieron
en las humildes fosas.
Macabro tributo,
en sencilla ofrenda,
que daba el arbusto
sin grave leyenda.

Ecos de Flores núm. 99, de 01 de diciembre de 1963

sábado, 17 de julio de 2010

COMENTARIO AL ARTÍCULO TITULADO “AÑORANZAS”


Nuestro colaborador, D. Calendario López, vuelve a nuestras páginas con su gracejo singular. Vuelve para contarnos cosas de lo que nuestra famosa feria de ganados era en un principio. Hoy, después de los 51 años que hace de su primera aparición, nos produce no poca risa el ver lo que eran en aquellos tiempos, nuestras fiestas septembrinas, famosas dentro y fuera de nuestras fronteras.

Dice el ilustre Candelario, que se ponían en el rodeo numerosas cantinas que estaban animadísimas mañanas, tardes y noches, y eso, a la generación actual nos sorprende. ¿Cómo es posible – nos preguntamos unos a otros – que se divirtieran entonces con tan poca cosa? ¿Es que nuestros antepasados se conformaban con tan poco o es que, por desgracia, aún no se había nombrado ninguna comisión de festejos? No lo sabemos y la verdad es que nos gustaría saberlo a los muchachos (¿) actuales.

Subían a la Plaza con sillas para oír música…sigue escribiendo el Sr. López. Y nosotros, los jóvenes (¿) no podemos por menos que sonreírnos, aunque compasivamente, eso sí, de que aquellos hombres, aquellas mujeres, tuvieran que venir cargados de sus casas con sillas, hamacas, tangos de corcho, etc., etc. ¡Cuánta diferencia, señores! ¡Qué extraordinaria variación en sólo medio siglo de nada! ¡Pobres cantinas aquellas si tuvieran que volver al lado de nuestras casetas desmontables, llenas de plásticos y decoradas por famosos pintores!... ¡Cómo se sonrojarían las pobrecitas mías al verse llenas de “enzolones” por todas partes, al lado de este derroche actual de cañizos, yesos, pinturas, paquetes, (¿Qué será eso?), cortinajes fastuosos y manzanilla a granel!

Decididamente las antiguas cantinas poco tendrían que hacer hoy… ¿Y la música? ¡Mira que hacer un puente o pasarela para que desde allí sonaran más los fuertes “pífanos”!... ¡Que diferencia hoy! ¿Qué papelito haría aquella pasarela al lado del soberbio kiosco que tenemos sólo para la banda? Ridículo sin duda alguna.
Y las gentes, los pobres, con sus sillitas al hombro… ¡Cualquiera le dice hoy a nadie, en un pueblo como el nuestro, que se lleve una silla a la Plaza o a cualquier espectáculo, ¡Cualquiera!

Hoy, que si las butacas no están perfectamente tapizadas, no hay quien se mueva de su casa para ver una película, una comedia, un circo, etc., etc. Y es que no puede ser: los tiempos han variado que da gusto.



NOTA- No es necesario dejar constancia de que este artículo no salió de la pluma de don Candelario

jueves, 15 de julio de 2010

AÑORANZAS

Antes de 1911 no existía feria de ganados ni carretera. Tanto una como la otra datan de esa fecha. Como feria se celebraba la tradicional de San Andrés, de tiempo inmemorial.

Se inauguró nuestra feria de septiembre con unos modestos festejos consistentes en fuegos artificiales, cucañas, carreras de sacos, etc. etc. todo ello amenizado por la banda de música de Fregenal de la Sierra, levantándose en la esquina de la torre un puente o pasarela donde daba sus conciertos dicha banda.

La gente que subía a la Plaza a la sazón era muy reducida. Durante bastantes años tuvo supremacía el rodeo sobre todas las atracciones de la Plaza, pues hasta la banda de música bajaba al rodeo por la tarde a tocarle a la raza porcina que, poco disciplinada, cuando oía los primeros compases, la emprendía a correr en todas direcciones, causando el regocijo de la chiquillería y viéndose negros los mayorales para reducir a la obediencia, aunque no al silencio, a los antifilarmónicos animalitos.

También era costumbre por aquellos años bajar al rodeo montando alguna caballería. Bajaban caballistas con jacas, saltarinas bajo las espuelas, y todo aquel que encontrara quien le prestara una bestia.

Este cronista fue muchas veces con un borrico llamado “Cepelín” por la velocidad que desarrollaba y que fue precursor de los artefactos espaciales que hoy asombran al mundo.
En el rodeo se montaban numerosas cantinas que estaban muy animadas toda la feria, por las mañanas, tardes y noches.

Desde el año 37 - precisamente por los días de feria se terminaba la pavimentación de la Plaza- fue adquiriendo ésta más animación y perdiéndola el rodeo hasta que por año 43 vino la primera orquesta que, como toda novedad, produjo gran entusiasmo en todo el vecindario marocho y la gente afluyó con sillas a la Plaza, como antiguamente a los títeres.

Y de esta manera triunfó la Plaza sobre el rodeo y la música sobre la grasa y la morcilla

Candelario López
Ecos de Flores, núm.70, 15 septiembre 1962